¿Por qué practicar apnea puede ser beneficioso para nuestra salud?
La mayoría de la gente que se acerca a la apnea sin conocimientos previos, suele pensar es un deporte de riesgo, con altas dosis de adrenalina y peligro asociadas. Sin embargo, si se aprende de forma adecuada y se practica siguiendo unas pautas y, sobre todo, conociendo nuestros propios límites, se trata no solo de un deporte divertido sino también completamente seguro, y que nos puede traer beneficios también fuera del agua.
1- Menos ansiedad y estrés.
Una distinción notable de la apnea frente a otros deportes radica en la necesidad de sumergirse en un estado de completa relajación. Si el corazón late a un ritmo acelerado, la inmersión será superficial, breve e insegura.
Desde las primeras lecciones de apnea, el énfasis se pone en la importancia de aprender a distenderse y controlar la respiración. Guiamos a nuestros estudiantes para que "imaginen que están tan tranquillos que podrían quedarse dormidos". Al sumergirse en un estado de distensión, el ritmo cardiaco disminuye y se adquiere mayor consciencia, lo que permite un mejor dominio del propio cuerpo.
Esta orientación se traduce en inmersiones más prolongadas, seguras y, lo más fundamental, más placenteras.
2- Aumenta la confianza en uno mismo
Los beneficios de aprender a contener la respiración van más allá del ámbito acuático. Estudios comparativos sobre las características psicológicas de quienes practican apnea muestran niveles más bajos de estrés, ansiedad y emociones negativas en comparación con personas que no participan en este deporte.
La investigación también indica que la apnea ayuda a reforzar la confianza en uno mismo, mejorar las estrategias para hacer frente a las situaciones y fortalecer la creencia de poder controlar los acontecimientos internos. Por lo tanto, quienes se sumergen en esta disciplina no solo desarrollan habilidades específicas, sino que también cultivan una confianza más sólida en sus capacidades, aprenden formas más efectivas de enfrentar desafíos y creen poder controlar mejor los sucesos en sus vidas.
3- Fortalece los pulmones y mejora tu respiración
Cuando uno se inicia en la práctica de la apnea, uno de los primeros principios que se aprenden es el de realizar inspiraciones completas, usando el diafragma y no solo la parte alta de nuestros pulmones. Este proceso suele resultar inicialmente incómodo, dado que no estamos habituados a emplear toda la capacidad de nuestros pulmones. No obstante, con la práctica de la apnea y el entrenamiento respiratorio, esta sensación de incomodidad disminuye progresivamente, permitiendo al apneísta expandir su capacidad vital y aprovechar plenamente su volumen pulmonar.
La habilidad de realizar una exhalación completa previa a la inmersión no solo responde a una práctica habitual en el buceo, sino que también desempeña un papel esencial en la optimización de la eficiencia pulmonar.
Estas ventajas adicionales se traducen en un rendimiento competitivo mejorado, tiempos de recuperación más eficientes y mejorías notables en la gestión del asma (SÍ, practicar apnea puede mejorar la condición asmática). En definitiva, el aprendizaje de las técnicas de buceo en apnea no solo se limita a explorar las profundidades, sino que también conlleva una refinada maestría en la respiración, con impactos positivos en diversos aspectos de la salud y el rendimiento físico.
4- Mejora tu forma física y tu flexibilidad
No es necesario ser un atleta de élite ni ser capaz de hacer el pino puente para hacer apnea, pero al entrenarla mejoran tanto nuestra forma física como nuestra flexibilidad.
Y no solo dentro del agua sino también fuera, con multitud de opciones para entrenar en seco. Podemos programarnos entrenamientos caminando en apnea, entrenamientos de fuerza en el gimnasio con intervalos de apnea, mejorando tanto la fuerza muscular como la resistencia cardiovascular.
¿Y qué sucede dentro del agua? ¿Y a medida que descendemos?
A medida que descendemos, la presión aumenta, por lo que los pulmones y por ende, la caja torácica se comprimen. A medida que vamos acostumbrando a nuestro cuerpo a esa nueva situación, la flexibilidad de esa zona aumentará.
En los cursos de apnea trabajamos la flexibilidad tanto fuera como dentro del agua, consiguiendo mayores rangos de movimiento y una más profunda conciencia de todo nuestro cuerpo.
En esta línea, la práctica del yoga, algo de meditación por las mañanas, o simplemente un sesión de caminata con intervalos de apnea, mejorará todos los factores que entran en juego, por lo que nuestra apnea probablemente mejorará de una forma más completa.
5- Mejora tu atención y concentración
Como decíamos, aprendemos a controlar nuestra respiración, a ser conscientes del camino del aire, de cómo lo reciben nuestros pulmones, cómo el oxígeno se distribuye por nuestro cuerpo, cómo esa pequeña parte del hombro ligeramente tensa la vamos relajando, etc. Todo esto conduce poco a poco a un mejor control mental. Se crean un estado de atención plena, a partir de la necesidad de concentrarnos en la respiración, el entorno acuático y la gestión del tiempo durante la inmersión. Esto se va a transferir a situaciones cotidianas que mejoran nuestra concentración, lo que es una maravilla.
La apnea a menudo exige paciencia y resiliencia. Al aprender a manejar la sensación de falta de aire y superar nuevos retos, se desarrolla una actitud más calmada y resiliente, lo que puede tener sus beneficios en la vida diaria. No es que te vayas a convertir en un monje budista, pero seguramente sí en una persona algo más calmada y consciente.
En resumen, la práctica de la apnea no solo mejora habilidades físicas relacionadas con la respiración y el bucear, sino que también puede tener efectos positivos en la mente, mejorando la concentración, la paciencia y la actitud frente a los desafíos.
Pronto hablaremos de forma algo más específica de la parte de ciencia que hay detrás. De cómo estimula nuestros neurotransmisores de bienestar, de lo que le sucede a nuestro cuerpo cuando activamos nuestro “reflejo mamífero” al entrar en contacto con el agua, o de por qué los apneístas que entrenan a mayor profundidad habitualmente tienen composiciones sanguíneas similares a las que viven en altitud.